Esa sensación de que el hombre reincide sobre los mismos temas la tuve, a pesar de la distancia temporal y social, al ver alguno de los touristas retratados en la exposición que la National Gallery de Londres ha celebrado recientemente sobre la obra de Pompeo Batoni.
Nacido en Lucca a comienzos del siglo XVIII, Batoni es conocido sobre todo como el pintor oficial de los nobles británicos que realizaban el Grand Tour, y esto le ha permitido ocupar un lugar en la historia del arte que probablemente no se corresponde con sus capacidades artísticas.
Al igual que había ocurrido el siglo anterior con van Dyck, Batoni fue el encargado de renovar la imagen de la nobleza británica, tratando esta vez de acentuar su recién adquirido cosmopolitismo y su naturaleza ilustrada mediante posturas afectadamente intelectuales y escenarios de paisajes y arte clásicos. Estas imágenes, algunas de ellas casi cómicas, no me parece que disten en exceso de las que nos ofrecen los turistas que posan hoy en día delante de los monumentos.

El noble que retrataba Batoni, como el turista actual, no viajaba para conocer y ser retratado en la Italia contemporánea y sólo tenemos que pensar en lo alejado que están estas imágenes de los escenarios costumbristas coetáneos que pintaban Traversi en Nápoles o Longhi en Venecia para comprobarlo. Viajaban como forma de inmersión en el pasado y la cultura clásica, por lo que Batoni ,al pintarlos, no elegía para sus fondos vistas o paisajes reales, sino que diseñaba collages ideales de ruinas y arte que permitían construir, fuera del tiempo, ese espacio del clasicismo que buscaba el retratado.

El retratista actual ya no tiene que inventarse ese contexto soñado. La industria del turismo ha consagrado buena parte de nuestras ciudades como fondos pictóricos de Batoni. Hemos tematizado las áreas monumentales extrayéndolas del tiempo actual para construir la ficción de un pasado como marco idóneo en el que ser retratado.
Y si aquellos retratos servían de registro o síntesis de los meses de vivencia y contacto con la herencia clásica del joven aristócrata de turno, en la fugaz experiencia del turista actual, el registro fotográfico en sí ha pasado a convertirse en la forma de relacionarse y de conocer ese pasado, y es que hoy el Grand Tour se vive a través del objetivo.