miércoles, mayo 02, 2007

sin|sentidos

La ciudad atrofia los sentidos: acorta y enturbia la vista, encallece el pie, embrutece el oído.

Ezequiel Martínez Estrada

Recientemente, Internet e incluso la televisión se han hecho eco de un experimento que ponía a prueba el alejamiento sensorial del hombre contemporáneo de su entorno. Se trataba de situar a un músico de reconocido prestigio (en este caso Joshua Bell) interpretando piezas del repertorio clásico en el metro de Washington y comprobar la reacción de la gente ante este estimulo.

A pocos ha sorprendido (exceptuando quizás a los ideadores del proyecto) el hecho de que prácticamente ninguna de las personas que pasó delante del violinista se detuviese siquiera un instante, y es que hemos asumido con toda naturalidad la necesidad de realizar nuestras rutinas con la conveniente celeridad bajo el lema del tiempo es oro.

Esta mentalidad eficiente capitalista, que ha invadido todos los niveles de nuestra vida, es muy poco amiga de sorpresa o acontecimientos que puedan distraer de la actividad prioritaria. Así, en este caso, la música fuera de su marco productivo (industria cultura y ocio) es reducida a banda sonora que dulcifica los tránsitos automatizados del individuo por un espacio en los que el encuentro o la socialización no están previstos.

Escenarios de nuestro creciente recelo frente al imprevisible comunitario, los pasillos del metro son el escaparate idóneo de la construcción de burbujas de aislamiento. Me viene a la memoria el protagonista de la novela de Anne TylerEl turista accidental”, un autor de guías de viaje que establecía un decálogo que garantizaba el éxito del viaje y dentro del cual era fundamental no olvidar leer (o fingir que se hacía) un libro que nos aislara del vecino, generalmente molesto.

Pues bien a estos métodos tradicionales hemos añadido, gracias a la tecnología, todo un arsenal de artilugios que aseguran un aislamiento portátil y que ya no es exclusivo de los desplazamientos. En general, cada vez estamos menos preparados para enfrentarnos con nuestro entorno social si no es a través de la mediación de prótesis tecnológicas. El móvil, el reproductor mp3 o la cámara digital establecen una ruptura del contacto del cuerpo con la realidad y enfatizan el triunfo de los sentidos distantes frente a los sentidos de contacto descrito por Pasi Falk en The consuming body, un triunfo que conduce al desarrollo de esta actitud distante respecto a nuestro medio.

Decía Lygia Clark que el hombre encuentra su propio cuerpo a través de sensaciones táctiles. Pues bien, parece que en el proceso civilizador con las prisas nos hemos dejado atrás nuestros cuerpos y sentidos. Al sustituirlos por prótesis y acostumbrarlos a atmósferas diseñadas y controladas para hacerlas más eficaces hemos ido adormeciendo nuestra capacidad sensorial, algo que ya a mediados de los sesenta centraba la investigación de artistas como Clark. El trabajo de la brasileña hablaba de la nostalgia del cuerpo, y buscando recuperarlo como superficie sensible que se produce y se inserta en lo cotidiano, construía rituales domésticos de reencuentro del mismo y de su percepción, a base de repeticiones de gestos rutinarios.

Esta recuperación del ámbito sensible en el día a día nos parece especialmente inspiradora. Un ejemplo de trabajo en esta línea es el de los suizos frabric|ch, un equipo multidisciplinar del que publicamos la imagen correspondiente a Perpetual Sunshine. El proyecto se desarrolló en Lyon en 2005, y consistía en la creación de un panel formado por un conjunto de lámparas infrarrojas instalado en un bulevar de la ciudad y que alteraban la sensación térmica en conexión con estaciones meteorológicas situadas en el trópico de Capricornio. Lo que diferencia Perpetual Sunshine de otros proyectos similares es su potencial como estímulo de la cotidianeidad del ámbito público, la posibilidad de construir una de esas interrupciones en el continuo productivo en las que estamos interesados. Una de esas grietas en las que, aunque sea por un instante, podamos recuperar nuestra corporalidad.


1 comentario:

Paula Alvarez dijo...

Se trabaja mucho sobre la percepción en la arquitectura, sin embargo no hay muchos trabajos que se ocupen de la sensorialidad; se me viene a la cabeza precisamente el artículo publicado por Pilar Chías navarro en la revista Arquitectos - estrategias de formación acerca en la revista arquitectos, en la que hablaba de que en la escuela de Alcalá se han diseñado nuevas estrategias para la enseñanza de la expresión -no sólo gráfica- arquitectónica... me intrigó.